Shima

Soy débil. Hace poco enterré al que en casa conocíamos como «ese gato cabrón» .

Pendenciero, antipático como ninguno había marcado con sus uñas y dientes a toda la familia, poco importaba que fuera amigo o enemigo. A él le importaba un huevo (que dicho sea de paso no tenía) llegar con la oreja colgando o con un absceso tamaño huevo en la cola. Podían pasar uno, dos, tres días o una semana, pero allí estaba otra vez, en la ventana de la cocina con sus aires de gladiador invicto, porque los «victos» simplemente no estaban.

En febrero cumplió 14 años y amenazaba con cumplir muchos más hasta  hace un par de meses cuando las multiples heridas, duramente trabajadas en mil batallas, su testarudez por buscar pelea, (para mi que se le había ido la olla) pero sobretodo la falta de respuesta a la medicación  lo que hacía proliferar infecciones día si y día también al final nos hizo tomar la decisión y ahora «aquel gato cabrón» que  al fina consiguió ponerme un nudo en la garganta descansa, él y nosotros también en el jardín.

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Reconozco que durante unos días miraba la ventana de la cocina y hasta lo echaba en falta, 14 años peleándonos con el betadina el augmentine etc. dejan huella. Pero a pesar de ese leve sentimiento de congoja juré y perjuré que no tendría más gatos. Pero está visto que soy una mujer fácil.

Entre perros y gatos creo que estoy financiando la hipoteca de Ramon nuestro veterinario de cabecera que este año entre el gato y las espigas malvadas que se clavan día si y día también en las patas de Hobbes, creo que gracias a mi  este año se irá de vacaciones como poco a las Maldivas, todo a mi salud. obviamente.  Pues entre espiga y espiga vi una «linda gatita» que por  overbooking en ADANA llevaba casi tres semanas viviendo en una de las jaulas de hospitalizacion.

La cuidaban bien si, pero claro entre una jaula de 1×1, por más que te saquen a pasear por la consulta no es comparable con un jardín repleto de rincones donde esconderse y arboles a los que trepar.  Y nada al tercer  día me lleve el  transportin donde «ese gato cabrón » hizo su último viaje pero esta vez dentro iba  Shima… Fukushima. El nombre como siempre cosa de mi marido.

Seguro que esta también es radioactiva como todos los gatos.

El proceso de adaptación al nuevo ambiente, especialmente al sector familiar que anda a cuatro patas, consistia en mantenerla relativamente aislada e irle «presentando» a sus nuevos «primitos», en eso estábamos cuando ayer la gatita saltó la media puerta que la mantenía protegida y cuando aun tras un salto digno de las olimpiadas ella no había salido de su estupor  patapam aparecieron los dos monstruos.   59 y 46 kilos de perro proyectados en loca carrera contra una gata de apenas un kilo, es como para salir, en lenguaje popular «cagando leches» y así es como ya anochecido perdimos de vista a la dulce y radioactiva Shima. La llamamos, pero ni flores.

Para acabar de arreglar el asunto esta noche han caído chuzos de punta. Resumiendo que a eso de las 6 de la mañana allí estábamos mi hija y yo con jamon cocido en la mano intentando convencer a la gata que bajase de una encina de unos 10 metros de altura después de pasar la que puede sea la peor noche de toda su vida.

En fin que esta es Shima, a la que le espera una vida complicada; pero que si tiene un poco de paciencia, puede que hasta sea satisfactoria.

 

8 comentarios en “Shima

  1. Jajajajaja! Eres un caso, mi chica! Pero te entiendo TAN bien…. seguro que se adaptará bien a sus nuevos «primitos», auqne no le va a ser facil! Ya nos contarás más peripecias!
    Besiños!

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